“En cualquier caso, una cosa es segura: esta crisis no es el
resultado de un destino, sino de una política. Ninguna nación, con o sin
gigantomaquia, nos ha arrastrado hasta aquí porque hasta aquí solo nos ha
arrastrado una confrontación de programas en la que unos llevan la delantera y
otros pierden posiciones. Si Convergencia ha apostado por la independencia y
desea convertir esa apuesta en el eje principal de su programa, la
responsabilidad que ha asumido le exige hablar a los ciudadanos políticamente,
no metafóricamente. Le exige abandonar las alusiones sentimentales a rumbos,
surcos, estelas y caminos, y exponer razonadamente sus puntos de vista sobre
fronteras, aduanas, cuotas y visados; le exige poner fin a las invocaciones
líricas a horizontes radiantes, voluntades de ser, heroicas resistencias y
destinos propios, y explicar cómo conjugará las libertades individuales y las
exigencias de la construcción nacional. Puede que el tiempo de los no
nacionalistas que defendieron unas instituciones hoy definitivamente
maltrechas haya quedado atrás. Si fuera así, lo único que les resta es
dejar testimonio para quienes vengan después de que también esta vez todo
pudo ser de otra manera.”
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