Cap a finals de 1095 el Papa Urbà II proclamava la primera croada del
cristianisme. Fa quasi bé mil anys, una religió que ja era mil·lenària
convocava la lluita contra els infidels que havien ocupat Terra Santa
concedint-los indulgències.
Pasó a ser costumbre en los sermones,
tratados y crónicas incluir una garantía a los cruzados de que su muerte en la
campaña se consideraría un martirio. Algunos propagandistas como san Bernardo
les presentaban la perspectiva de entrar inmediatamente en el paraíso:
“Avanzad con certeza, caballeros, y
partid sin temer a los enemigos de la cruz de Cristo, seguros de que ni la
muerte ni la vida os pueden separar del amor de Dios que se halla en Jesucristo
(...)
¿Cuán gloriosos son los que regresan victoriosos
del campo de batalla! ¿Cuán felices son los que mueren como mártires en la
batalla! Regocijaros, valientes atletas, si sobrevivís o vencéis con el Señor,
pero regocijaos y glorificaos aún más si morís y os unís al Señor. Porque
vuestra vida es plena y vuestra victoria es gloriosa. Pero la muerte (...) es más
fértil y gloriosa. Porque si aquellos que mueren en la gloria del Señor son
bendecidos, ¡aún lo son más quienes mueren por él!”
Jonathan Riley-Smith, “¿Qué fueron las
cruzadas? Ed. Acantilado, B-2012.
Avui, als nostres temps, romanços
semblants els podem escoltar d’altres religions, igualment mil·lenàries, que
malauradament no han passat encara pel seu corresponent Segle de les Llums.
15 de juny.
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